Teatro Real de Madrid – Temporada de Ópera 2014/2015
“LA TRAVIATA”
Ópera en tres actos con libreto di Francesco Maria Piave, basado en la novela y la obra de teatro La Dame aux camélias de Alexandre Dumas hijo.
Musica de Giuseppe Verdi
Violetta Valéry VENERA GIMADIEVA
Flora Bervoix MARIFÉ NOGALES
Annina MARTA UBIETA
Alfredo Germont TEODOR ILINCĂI
Giorgio Germont LEO NUCCI
Gastone ALBERT CASALS
El Baron Douphol CÉSAR SAN MARTÍN
El Marqués Obigny DAMIÁN DEL CASTILLO
El Doctor Grenvil FERNANDO RADÓ
Giuseppe, criado de Violetta ALEJANDRO GONZÁLEZ
Un mensajero ELIER MUÑOZ
Un criado de Flora ABELARDO CÁRDENAS
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Director Renato Palumbo
Maestro del coro Andrés Máspero
Director de escena David McVicar
Directora de la reposición Marie Lambert
Escenógrafa y figurinista Tanya McCallin
Iluminadora Jennifer Tipton
Coreógrafo Andrew George
Coproducción del Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Scottish Opera de Glasgow y la Welsh National Opera de Cardiff
Madrid, 28 de abril 2015
La amalgama resultante de Dumas hijo, Piave y Verdi, aderezada con el extraordinario elenco y bajo la sobria y ampulosa a la vez, puesta en escena de David McVicar, fue una noche mágica en la que se vibró con los momentos más tiernos y significativos de la obra. Violetta Valéry nuevamente nos cautivó con sus artes y sus mañas, y es que, la rusa Venera Gimadieva, soprano del tercer elenco, encargada de dar vida al célebre personaje, fue una verdadera heroína en el escenario. Su voz se amoldó a la perfección en todo momento, más ágil y ligera en el primer acto con “É strano…y Sempre libera…”Firme y segura, rotunda en la proyección vocal en el segundo acto, con el delicioso dúo cantado con Giorgio Germont “Pura siccome un angelo”, y sin perder un ápice de vida en el tercer acto, donde la voz necesita más cuerpo y peso vocal. Quizá fue este último acto donde se mostró menos cómoda vocalmente pero aun así, nos regaló un final de obra propio de una gran Violetta. El otro artífice del éxito de la noche fue Leo Nucci, encarnando nuevamente a Giorgio Germont. De este gran barítono ya se ha dicho todo pero, aun así, volvería a remarcar la calidad, la pasión y el entusiasmo que sigue demostrando en escena, y que el público sigue agradeciendo. Y no hubo bis en “Di Provenza” pero sí una larga y merecida ovación. En cuanto al tenor Teodor Ilincăi, fue la decepción de la noche. Su calidad vocal estuvo muy por debajo de la de sus compañeros de reparto. Los recursos técnicos de su voz no fueron suficientes para cubrir las dificultades técnicas que entraña su personaje. Su voz resultó apagada, velada, por una mala proyección y no transmitió un ápice de emoción. Aparte del aspecto vocal, no sé si preocupado por sus propios problemas técnicos o por su propia iniciativa, no estuvo desenvuelto en escena, donde se mostró distante, tanto de VIoletta como de Giorgio Germont, aun en los momentos donde la complicidad es fundamental. De alguna forma, esta desigualdad vocal desequilibró bastante el triángulo principal que sostiene la obra. Para compensar, nos encontramos con unos partiquinos excepcionales. Destacaron entre las voces femeninas la de Marta Ubieta, que fue una Annina bien dispuesta en lo vocal y lo escénico, y la mezzosoprano Marifé Nogales, como Flora. Entre los roles masculinos, destacó el Gastone del tenor Albert Casals. Este presonaje, entraña cierta dificultad que a veces no se aprecia, y debe ser encomendado a un tenor de gran seguridad vocal y bien desenvuelto en escena. El catalán cubrió estos requisitos con creces. Y lo mismo podemos decir del barítono César San Martín, que encarnó al barón Douphol, guardando siempre su compostura vocal y escénica. Completaron el elenco Damián del Castillo y el bajo Fernando Radó que, a pesar de su juventud, fue un correcto doctor Grenvil. Respecto al coro, siguió bien las órdenes del maestro Renato Palumbo, pero quizá acusó un poco las exigencias a las que una mano tan experta les sometió, en cuanto a la agógica y la dinámica. Y es que la experiencia de un verdadero artista y conocedor del repertorio italiano no es muy frecuente por estos lares. Y francamente, a pesar del esfuerzo que pueda ser para los maestros de la orquesta, el coro y el elenco, tener a Renato Palumbo al frente de la orquesta, no deja de ser un verdadero lujo. Bravo por todos ellos. En cuanto a la apuesta de McVicar, la ambigüedad entre lo ampuloso y lo sobrio, encontró un equilibrio gracias a los colores que dominaron no solo la escena sino los vestidos elegidos para Violetta (negro, rojo y blanco). El negro como color principal de toda la puesta dio el toque lúgubre y sombrío pero, por ejemplo, la amplitud de las grandes cortinas que adornaban el espacio daban ese efecto ampuloso y de lujo, acompañado de pequeños detalles que se apreciaban bien en el mobiliario o en los propios elementos que acompañaban la escena. El vestuario, de época, no deparó sorpresas. El resultado, una Traviata de corte clásico, con introducción de algunos aspectos rompedores, como el inicio de la ópera con la subasta de los bienes de VIoletta después de su fallecimiento. Por lo demás un verdadero lujo, una Traviata “a la italiana” en el más puro estilo musical y escénico.