Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial:”La Bohème”

Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial,Teatro Auditorio San Lorenzo de El Escorial 
“LA BOHÈME
Ópera en cuatro actos con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, basado en la novela Scènes de la vie de Bohème de Henri Murger
Musica di Giacomo Puccini 
Mimì GAL JAMES
Musetta ELENA DE LA MERCED
Rodolfo GIORDANO LUCÀ
Marcello JUAN JESÚS RODRÍGUEZ
Schaunard DAVID MENÉNDEZ
Benoit/Alcindoro FERNANDO LATORRE
Parpignol GERARDO LÓPEZ
Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid
Pequeños Cantores de la Jorcam
Director Musical Manuel Coves 
Director de escena Davide Livermore
Producción del Palau de les Arts Reina Sofía en coproducción con la Opera Company of Philadelphia.
Proyecciones inspiradas en pinturas de la The Barnes Foundation and the Philadelphia Museum of Art.
El Escorial, 1 Agosto 2014    

Un año más, el Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial abrió sus puertas a un público entusiasta y fiel que llenó el espacio del flamante Auditorio. Y no era para menos ya que este Festival que reúne diferentes actividades artísticas, inauguró con el plato fuerte, La Bohème de Giacomo Puccini. Este es el cuarto año consecutivo en el que el Festival de San Lorenzo de El Escorial se une a la Quincena Musical Donostiarra para presentar una producción operística. En esta ocasión, el espectáculo proviene del Palau de les Arts de Valencia, en coproducción con la Opera Company de Philadelphia. El elenco elegido fueron la soprano israelí Gal James y el tenor italiano Giordano Lucà en una de las dos parejas protagonistas, Rodolfo y Mimí, y por otra parte los españoles Elena de la Merced y Juan Jesús Rodríguez interpretando a la coqueta Musetta y al pintor Marcello. La falta de “química” y de expresividad fue la principal característica de los primeros. Ni en los momentos más emotivos de la ópera, no solo por lo que cuentan las palabras, sino por lo que narra la magistral música de Puccini, fueron capaces de crear un ambiente que sedujera a los presentes. Así, la primera escena entre ambos, en la que se incluyen algunos de los momentos sublimes de la obra, y también de los más conocidos por entendidos y aficionados, resultó inconexa, fría, desnuda e, incluso vocalmente, inexpresiva y dificultosa, sobre todo en la parte correspondiente a Giordano Lucà. El abuso de portamenti y apoyos para lograr una adecuada proyección se convirtió en una línea de canto desvirtuada. A pesar de no tener dificultades en el registro agudo, su voz sonó como un hilo inconexo, sin cuerpo ni moldeo. La soprano Gal James no mostró una voz que se acomodara con el personaje. El color podría servir pero no había expresividad en su canto. La escena en la que se conocen resultó por lo tanto fría y baldía de significación tanto teatral como vocal, ya que los movimientos que acompañaban a la voz, y la iluminación, no ayudaron. No existió coherencia escénica, ambos se movieron por el escenario de una forma que resultó bastante aleatoria y sin sentido. A medida que la representación avanzó todo fue cambiando, afortunadamente hacia mejor. El segundo acto fue un derroche de energía, imaginación, diversión y buen hacer, sobre todo por parte de los figurantes, extras, y coro de niños. Un café Momus lleno de alegría y mucha fantasía. La presentación de Musetta, en cambio, resultó bastante comedida y excesivamente simple en comparación con el marco general diseñado para este acto. Su vestuario y entrada en escena resultaron excesivamente discretos, teniendo en cuenta el efecto que suele causar la primera aparición de la pizpireta Musetta en el escenario. Este hecho hizo que Elena de la Merced tampoco se luciera vocalmente, sin pasar así de ser correcta y delicada en su línea de canto.
Los actos tercero y cuarto funcionaron mejor a todos los niveles, tanto vocal como escénicamente. La desnudez y gélida exposición del tercer acto, hacía presentir la futura tragedia que se avecinaba. Un paisaje nevado y una tibieza extrema en el escenario. En el último cuadro se volvió a ver la buhardilla bohemia del inicio, austera pero cálida. La escenografía estuvo acompañada a lo largo de toda la representación de proyecciones en la que se fueron plasmando pinturas impresionistas acordes con cada una de las escenas, evocando el texto y la música, y pertenecientes a The Barnes Foundation and the Philadelphia Museum of Art. Fue uno de los aspectos más interesantes y de mayor belleza de toda la velada, poder deleitarse con esas grandes obras pictóricas impresionistas, a la vez que disfrutábamos de la genial música pucciniana.
En cuanto al resto de las voces aún no mencionadas, destacó el barítono Juan Jesús Rodríguez que encarnó a Marcello, con una buena caracterización vocal del personaje. Su amplia trayectoria le dio la seguridad escénica y vocal necesaria en el escenario. El barítono David Menéndez y el bajo Francis Tójar se vieron cómodos en los papeles de Schaunard y Colline, aunque sus voces, especialmente la del bajo Tojar, tienen aún poca madurez para afrontar roles de estas características. Este hecho no impidió que se luciera y fuera aplaudido con intensidad después de la interpretación del aria “Vecchia zimarra”. En cambio, en el caso del bajo-barítono Fernando Latorre, cuya presencia vocal y escénica mostraron mucha madurez, hubiéramos deseado disfrutar de sus cualidades artísticas encarnando un rol de mayor peso que los correspondientes a Alcindoro y Benoit. Muy buena también la intervención de Gerardo López como Parpignol.  La Orquesta y Coro de de la Comunidad de Madrid y los Pequeños Cantores de la Jorcam, respondieron a las órdenes de Manuel Coves, que imprimió un buen ritmo a la representación intentando cuidar las indicaciones de Puccini. Aun así, los protagonistas no consiguieron sobrepasar a la orquesta en algunos pasajes. Un poco más de sonido comedido por parte de los músicos y una mejor calidad de las voces solistas hubiera solucionado esta cuestión. La respuesta del público fue de ovación final.