Madrid, Teatro Real di Madrid:”Los Cuentos de Hoffmann” (Les contes d’Hoffmann)

Madrid, Teatro Real, Temporada lírica 2013/2014
“LOS CUENTOS DE HOFFMANN” (Les contes d’Hoffmann)
Opéra fantastique en cinco actos. Libreto de Jules Barbier basado en la obra de teatro homónima de Jules Barbier y Michel Carré. Nueva versión de Sylvain Cambreling y Christoph Marthaler para la nueva producción del Teatro Real.
Musica de Jacques Offenbach
Hoffman ERIC CUTLER
La Musa /Nicklausse ANNE SOFIE VON OTTER
Lindorf/Coppélius/Dr. Miracle/ Dapertutto VITO PRIANTE
Andrés/ Cochenille/Frantz/Pitichinaccio CHRISTOPH HOMBERGER
Olympia ANA DURLOVSKI
Antonia/ Giuletta MEASHA BRUEGGERGOSMAN
Stella ALTEA GARRIDO
La voz de la madre de Antonia LANI POULSON
Maestro Luther/ Crespel JEAN-PHILIPPE LAFONT
Nathanaël GERARDO LÓPEZ
Spalanzani GRAHAM VALENTINE
Hermann TOMEU BIBILONI
Schlémil ISAAC GALÁN
Coro y Orquesta titulares del Teatro Real
Director musical Till Drömann
Director del coro Andrés Máspero
Director de escena Christoph Marthalaer
Escenógrafa y figurinista Anna Viebrock
Iluminador Olaf Winter
Dramaturgo Malte Ubenauf
Codirector de escena Joachim Rathake
Coreógrafa Altea Garrido     
Nueva producción del Teatro Real en coproducción con la Ópera de Stuttgart
Madrid, 28 de mayo de 2014

Toda la magia del cuento tal y como se entiende en el Romanticismo, como vehículo para expresar lo inexpresable de forma poética quedó tan diluida en esta versión ofrecida en el Teatro Real a cargo de Christoph Marthalaer, que lejos de entusiasmar y crear un halo de misterio, consiguió el hastío y el rechazo por parte del público. Inspirada en el emblemático edificio del Círculo de Bellas Artes madrileño, la apuesta resultó indefinible, incomprensible e inexplicable, sin entrever un punto de cordura, y consiguió aburrir, decepcionar e incluso incomodar a gran parte de los presentes. Los elementos escénicos, que aún sigo sin comprender tanto en lo que se refiere a la distribución como al uso hecho del espacio escénico, disculpen si algo me he perdido…, pero resultó ininteligible, incluso más que provocadora. ¿Podemos justificar la fantasía del cuento creando un espacio en el que todo tiene cabida? Y podemos, incluso debemos hacer reflexionar al público pero, ¿es imprescindible provocarle mediante una estética de lo absurdo? Nadie va a escandalizarse por ver cuerpos desnudos, momentos violentos, ira o sarcasmo en escena, incluso puede que una reivindicación político-social sea necesaria pero, seamos respetuosos con los autores, no podemos crear bajo el libre albedrío en el que todo vale. ¿Es necesario introducir un texto hablado en mitad del desarrollo de la obra para llamar la atención? Lo que pudiera ser un enriquecimiento se convierte en una idea que refleja pobreza o insuficiencia de recursos a la hora de llevar a cabo la escena, que debe emplear elementos ajenos al desarrollo propio de la trama, sin aportar nada excepcional, sino un corte en seco del desarrollo musical y argumental. Y no es excusa el hecho de que Offenbach no concluyera su obra, o que ésta tenga una base fantasiosa en la concepción del libreto para colar este tipo de elementos que no hacen sino desvirtuar la genialidad de la música y del texto. La versión que escuchamos es una de las cuatro editadas que más se representan, la presentada por el musicólogo alemán Fritz Oeser, quien trabajó la partitura a partir de autógrafos de Offenbach y cuya orquestación fue realizada por Ernest Guiraud. Y siguiendo con la parte musical hay que decir que hubo una tónica general, que todos los cantantes debieron hacer un sobreesfuerzo añadido a la dificultad propia de cada personaje debido al volumen incontrolado de la orquesta, quien no fue contenida por el director Till Drömann. También se produjeron algunos desajustes notorios en las intervenciones del coro. Vocalmente destacó Ana Durlovsky con una diferencia notable sobre el resto de sus compañeros. Se la vio segura en el control de la voz y en el difícil arte de la coloratura y el dominio de la tesitura extrema de la voz de soprano lírico-ligera. A pesar del espesor orquestal y la fuerte intensidad su voz corrió y se escuchó sin problemas, acompañada no solo de seguridad y aplomo sino de un agradable timbre envuelto en un cuerpo que hace que su voz no resulte estridente ni metálica, ni pequeña, como ocurre a veces en registros agudos de sopranos de estas características. La soprano canadiense Measha Brueggergosman no pareció cómoda vocalmente en los papeles de Antonia y Giuletta, aunque cantó con seguridad y con una desenvoltura en escena que ayudó a mitigar el gran sobreesfuerzo vocal que estaba realizando. Uno de los momentos más emocionantes de la obra es el dúo de amor que canta junto al tenor estadounidense Eric Cutler, en el personaje de Hoffmann. En él pudimos apreciar el peso de los actos anteriores de la ópera, y afloraron también algunas dificultades técnicas que hasta el momento, en el caso de Eric Cutler se habían enmascarado pero aquí ya no pudieron disimularse, como desajustes en la afinación y problemas con la colocación y proyección del sonido. El resto del elenco pasó prácticamente sin pena ni gloria, ajustándose como pudieron al excesivo volumen orquestal con mayor o menor fortuna. Vito Priante nos dejó con ganas de ver un mayor aplomo y su color y cuerpo vocal no resultaron convincentes en los roles diferentes que interpretó. Anne Sofie von Otter aportó su experiencia y tablas a pesar de que su voz resultó pobre en cuanto al alcance, Lani Poulson clavó vocalmente el personaje de la voz de la madre fallecida de Antonia, y destacó la intervención del joven mallorquín Tomeu Bibiloni en el rol de Hermann. El resultado, una noche mágica y llena de posibilidades convertida en una aburrida velada primaveral. Fotos:© Javier del Real/Teatro Real